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domingo, 21 de agosto de 2022

Nuestra Gastronomía

 La cofradía y nuestra gastronomía

Cofradía Extremeña de Gastronomía

Mesa y cocina del Restaurante Atrio (fotografías tomadas de su página web)


Con esta publicación iniciamos una serie en que, de nuevo y tras muchos años de enunciarlos, queremos sacar a la luz lo que la Cofradía entiende sobre una serie de asuntos en los que los cofrades se han detenido a pensar y ponerse de acuerdo. Esta primera será, como no podía ser menos, lo que piensa la Cofradía sobre la Gastronomía; le seguirán otras con nuestra idea sobre nuestros cerdos y encinares, sobre nuestros peces y sobre nuestros platos fríos, tres aspectos a los que hemos dedicado respectivos y múltiples monográficos. Y, sin más preámbulos, transcribimos lo que la Cofradía Extremeña de Gastronomía entiende por y quiere hacer en Gastronomía.


No pretende nuestra COFRADÍA EXTREMEÑA DE GASTRONOMÍA deslumbrar con descubrimientos culinarios del mismo modo que tampoco vacilaría, llegado el caso, a hacer frente a cualquier evento siempre que de ello se derivara un claro beneficio para el buen arte de "saber lo que comes". Es fin principal de la Cofradía salvar lo existente y recuperar lo perdido de los guisos, yantares o comidas que formaron los pilares tradicionales de nuestras mesas. Nos sentimos impulsados a desbrozar los senderos y caminos que a su conocimiento nos llevan, limpiando cuanta maleza ha terminado por calarlos por falta de andarlos con la frecuencia que merecen. 

Nuestra Cofradía intenta en unos casos revivir, afirmar en otros, las buenas costumbres de nuestras cocinas, de nuestros guisos, los modos y las maneras de aquellos buenos tiempos en los cuales no se enfriaban las lanchas de nuestros lares, ni faltaban arrimadas a sus lumbres la parrilla o la trébede, cuyos pies sostuvieron sartenes, cacerolas y calderos, pendiente de la llar el eterno recipiente suministrador del agua caliente siempre presto a servir, no faltando la pota de hierro sobre su trípode, ni los cazos y espumaderas, todos ellos agrupados como materiales oficiantes de primer orden, como preciado arsenal de útiles indispensables, para ganar la batalla a la vulgaridad. Ellos, cuando se usaron sabiamente, contribuyeron a conseguir tan buenos resultados y tan exquisitos guisos que fueron deleite de nuestros mayores y testigos elocuentes del alto nivel que alcanzaron aquellas cocinas en este tema de la cultura-gastronómica y del progreso humano. 

De aquí que también nos sintamos dispuestos a reconocer y concederle el valor que merece, el saber diferenciar entre lo que es comer como «Dios manda» y el masticar descuidadamente. Saber y practicar que una buena comida ha de empezarse sentándote ante la mesa con toda la comodidad; que ha de sazonarse con la conversación amena, que ha de dar a la vista su recreo y su disfrute al olfato, deleitándose con lo que de fuera recibes; luego desentrañando todos los matices nuevos, gustativos y olfatorios, que percibes al respirar hacia fuera los sabores que ya gozas en tu paladar, y son estos momentos, de reposado disfrute, de sano placer, los apropiados para celebrar y tener como verdaderos pilares de nuestra existencia, festejando y reconociendo que son indiscutibles mantenedores de ella: el cazador, el pescador y el hombre del campo ganadero, agricultor u hortelano cuyas intervenciones en el suministro de alimentos, alcanzan hasta lo espiritual por aquello de «primum vivere».

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