domingo, 12 de junio de 2022

Las dos maravillas americanas (2)

Las dos maravillas americanas (2)
La patata

Matías Rodríguez Pazos
Cofradía Extremeña de Gastronomía
In memoriam

Extremadura, Paraíso Gastronómico - EXPO 92- 1992



La historia fue así.  Los europeos se mostraron contrarios al consumo de la patata.  No porque no tuvieran bastantes noticias de ella, sino por prejuicios médicos e incluso religiosos.  Saberlo, lo sabían, pues fueron muchos cronistas los que las citan en sus escritos, que iban dirigidos principalmente a la gente culta; también las noticias que traían de allí los que participaron en la conquista y posterior colonización, que supieron de la enorme importancia que tiene.  Aquellas sociedades tenían “mentalidad cerealista” y no admitían un alimento grosero que se desarrollaba debajo de la tierra.

Los médicos la consideraban flatulenta.  La Universidad de París la rechazó porque “ atrae a Venus”.  Esta supuesta propiedad erótica la recoge Shakespeare (1.616): “Que lluevan patatas del cielo...”  Alguien decía que su consumo aumentaba la lepra.  Andrés Laguna la rechaza por su parecido con la turma de tierra (la criadilla) a las que consideraba “lobanillos”, en donde se acumulaban los humores malignos de la tierra.

El ingeniero agrícola William Cobbet (1763-1835) se oponía, en 1822, diciendo que “si los ingleses se aficionaban a comer patatas se parecerían a los irlandeses -que la comían mucho- cuya forma de vida, en cuanto a comida se refiere, está a un paso de la del cerdo”.  No caían en la cuenta de que la patata era el principal tesoro que se encontró en las Indias Occidentales.

Pero aquella sociedad estaba llena de prejuicios y no estaba dispuesta a admitir como bueno un producto de aspecto grosero y que servía de alimento a los indios.  Alimentos inferiores para pueblos inferiores.  También en España pensaban así; en Extremadura lo mismo.

¿Dónde se cultivaba la patata cuando llegaron los españoles?  En dos zonas separadas: en lo que llamaban La Sierra del Perú (Los Andes) y en la parte sur de Chile, más abajo del río Bio-Bio, que era la frontera de los mapuches (araucanos) y comprendía la Araucaria, Isla de Chiloé y archipiélago de los Chonos.  Eran las tierras frías en donde el maíz no prosperaba.

¿Quién fue el primero que quedó referencia escrita de su descubrimiento?  Parece ser que Gonzalo Jiménez de Quesada (1509-1579) que, remontando el río Magdalena, en el poblado de “Sorocotá”, no lejos de la ciudad de Vélez, a siete grados de latitud norte, vieron “una cosa como turmas, que eran de buen sabor y regalo...”. Era el año 1537.  En la sabana de Bogotá llamaban a la patata “ionza” o “iomuy”.

En 1546, el Cabildo de Santiago de Nuevo Extremo, dicta normas para sembrar hortalizas, entre ellas las papas.  Pedro de Valdivia, en carta a Carlos V, le habla de las papas.  Francisco López de Gomara publicó en 1552 la “Historia General de las Indias” y las cita en Collao (Cuzco), en donde los hombres vivían cien años o más a causa de alimentarse con papas.

Cieza de León, en su Crónica del Perú, las cita en Popayán (Colombia).

En la “Relación de Trujillo” 1574 y en la de “San Andrés Xunsi (1582)".  El P. Acosta, en su "Historia Natural y Moral de las Indias”.  Juan de Castellanos en sus “Elegías” (1601).  Garcilaso de la Vega en sus “Comentarios Reales” habla de cómo transforman en la provincia de Colla, en harina que llaman “chuño”, que servía para conservar.  Lo hacían con frío y sal, pisándolas.  Cita muchos sitios, desde el sur de Colombia hasta el sur de Chile; algunos dicen que hasta el paralelo 50º L.S.(Darwin ).

Vázquez de Espinosa, en su obra “Compendio y descripción de las Indias Occidentales” (1626-1629), hace la primera descripción de cómo era su cultivo.  Cita en su obra, al llamado “Camino del Inca” de 1000 leguas de largo, desde Pasto, en Colombia, hasta el río Maule, en Chile.  Tenía una anchura de 20 pies (5,60 m.). Este buen “cura Vázquez” aportó muchos datos.

Bernabé Cobos, en su interesante libro “Historia del Nuevo Mundo”, se ocupa del tamaño, de las clases y cualidades. “... pero las ordinarias son del grandor de un huevo de gallina”.  Las había blancas, amarillas, moradas y rojas.

Son innumerables referencias a las papas que hicieron aquellos hombres.  De sus ventajas, de su importancia.  Y, sin embargo, en Europa se las rechazaba, a pesar de tener dietas más bien poco abundantes.  En aymará se tenían 209 palabras para lo relacionado con las papas.  Este nombre fue el adoptado por los españoles, por ser el más generalizado entre los incas; pero en otros lugares se las llama con otros nombres.  En quechua, papa, ajsu, acsu o akshu.  En aymara, cocke, echoque, choque.  En chibcha, iomza, iomuy.  En araucano, poñi.  En las islas chonos, aquina.  Y así muchos nombres más.

Su origen botánico ha sido muy debatido con muy diversas teorías.  Últimamente se admite que proviene de las papas silvestres, y se contemplan dos especies diferentes: la del Perú, “Solanurn audigenum”, y la de Chile, “S. tuberosum”.

La primera descripción científica la hizo Charles de Lecluse, con el nombre latinizado de Clusius, en 1588.

En cuanto a su introducción en Europa, se han organizado grandes polémicas.  Los ingleses han defendido durante siglos que fueron Drake y Raleig.  No puede sostenerse, porque desde que el primero recogió papas en la isla Mocha, frente a Chile, hasta que llegó de vuelta a Plymouth, pasaron dos años, y eso no hay papa que lo aguante.  Y Walter Raleig no estuvo nunca donde hubiera patatas.

La primera clasificación la hizo el suizo Gaspar Bahuin, en 1621, bautizándola con el nombre de “papas hispanorum”, lo que indica claramente que el material lo recibió de España.  Sí, fueron los españoles los primeros que las trajeron a Europa, vía Sevilla.  Dice Hawkey, 1967, que llegó a España en 1570; pero debió de ser antes.  El llenerense Cieza de León llega a España en 1550, y publicó su obra en 1553.

La primera referencia escrita en España puede ser la de Santa Teresa de Jesús, el 10 de diciembre de 1577, en una carta donde agradecía a la priora del Carmen de Sevilla su regalo.  Este tubérculo fue introduciéndose en Europa silenciosamente, como ocultándolo.  Los irlandeses las empezaron a sembrar cada vez más, hasta convertirse en un monocultivo.  Fue la causa del desastre de 1845-46, con el ataque del tizón tardío, “Phytophthora infestans”. Al mismo tiempo que en Irlanda, se extendía por Alemania, etc.  Pero su verdadera expansión fue en el último tercio del siglo XVIII.  Por todo el mundo.

En 1783, la llevaron los rusos a Alaska, y llegó a América después de dar una vuelta, desde que salió de aquel continente de más de 200 años.

En 1785, aparece la conocida historia del farmacéutico francés Antoine Augustus Parmentier y los reyes de Francia, Luis XVI y Maria Antonieta.

Aquí, en España, prosperó poco desde Sevilla, porque en altitudes menores de 1 000 metros degenera.  Lo hizo con el nombre de papa.  En Segura de León, Extremadura, en 1791, se cultivaba con ese nombre.  En cambio, en el norte de esta provincia, en Jarandilla, y por aquellas fechas, ya se recogían 10.000 arrobas, con el nombre de patata, seguramente procedente de la irlandesa, con el nombre castellanizado del inglés “potato”, y en pocos pueblos más.

Son innumerables las referencias sobre este tubérculo, que ha resuelto muchas crisis del mundo occidental.  La revolución industrial, la explotación de ciertas minas, etc., etc.

Con unas explotaciones en aumento, sobre los 20 millones de hectáreas y 320 millones de toneladas de producción.

 

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