lunes, 11 de marzo de 2024

La gastronomía en Gabriel y Galán (1)

 La alimentación y la gastronomía en la obra de Gabriel y Galán (1)

Teresiano Rodríguez Núñez

Texto de su conferencia en la Jornada “La gastronomía en dos poetas populares extremeños: José María Gabriel y Galán” celebrada en Guijo de Granadilla el 19 de noviembre de 2011




Cocina con sus utensilios


Seguramente, el planteamiento mismo del tema de estas jornadas, “La gastronomía en dos poetas populares extremeños”, le resulte chocante a más de uno. Se tiene la idea de que los poetas se ocupan de ideas y sentimientos sublimes, no de cuestiones tan materiales como la comida; que les atrae más lo espiritual que lo material. Y creo que no les falta razón, aunque toda regla tiene sus excepciones. Recuérdese, por ejemplo, “La cena jocosa” de Baltasar de Alcázar, uno de nuestros poetas del S.XVI, y que comienza “En Jaén, donde resido / vive don Lope de Sosa/ y direte, Inés, la cosa/ más brava de él que has oído. /Tenía este caballero/ un criado portugués.../ Pero cenemos, Inés,/ si te parece primero”. Y en mentando la cena, se olvida de don Lope de Sosa y de su criado, para dedicar sus redondillas a la taberna, a las morcillas y otras cosas así de nutritivas.

Quien bucee en la obra de Gabriel y Galán no va a encontrar una composición como la mencionada; pero sí hallará numerosas referencias a la alimentación, aunque muchas sean de carácter genérico, sin que falten otras referidas a platos y condumios bien concretos. Para comprender mejor la obra de Gabriel y Galán, y aun la de cualquier poeta, es una buena ayuda conocer algunos datos biográficos, porque como dijo Ortega, somos nosotros y nuestras circunstancias. Y mucho más concreta en nuestro tema fue la nutricionista inglesa, Gilliam McKeith, autora de un libro de gran éxito cuyo titular reza “Eres lo que comes”, y que ha dado pié a numerosos trabajos que han consagrado lo que ya parece un dogma:“somos lo que comemos”.

Puesto que el lector encontrará en otro lugar de este mismo folleto  (disponible en https://drive.google.com/file/d/17S3DgU71Pb3JWAoqdhkTZJr2W3M5ym3c/view?usp=drive_link) una biografía del poeta, baste subrayar aquí su nacimiento en Frades de la Sierra en 1870, en el seno de una familia campesina de este pequeño pueblo salmantino; sus estudios de magisterio que ejercería unos años en Guijuelo y Piedrahita; su matrimonio con Desideria, que a la postre le llevaría a abandonar el ejercicio del Magisterio para convertirse en administrador de la hacienda, fincas y ganado, de Juan Antonio Rivero Galán, pariente suyo, lo que supuso fijar su residencia y la de su familia en Guijo de Granadilla, que bien pronto fue su pueblo, como antes lo fuera Frades. Supuso también volver al campo y practicar su devoción a la tierra. “Dimití el cargo que desempeñaba, porque mis aficiones todas estaban en el campo”, escribiría en una carta a Emilia Pardo Bazán. También ejercer con más libertad su otra pasión, la poesía, truncada como su vida por su muerte temprana, antes de cumplir los 35 años.

PRIMERO, EL PAN

Ya sólo el origen y el contacto permanente del poeta con el pueblo llano son razones bastantes para situarlo en la órbita de lo popular, tanto más cuanto buena parte de los temas de su obra están tomados de las vivencias y sentimientos de ese mismo pueblo. Pues bien, en el vivir y el sentir de ese pueblo llano está el necesario alimento diario, simbolizado en el pan ya desde los primeros tiempos bíblicos: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan” (Gén.3,19), sentencia Dios al hombre en el paraíso.

Situemos a Gabriel y Galán en sus circunstancias de tiempo y espacio. Su época adulta, la de producción de su obra poética, transcurre a caballo de los años finales del S.XIX y los primeros del XX. La Guerra de Cuba ha supuesto no sólo la pérdida de la última colonia americana, sino la liquidación de lo que fue un imperio. La moral de la población y la economía estaban por los suelos. Tan bajas que, como ha ocurrido en otras ocasiones, hará surgir como reacción una generación literaria, la del 98, de las más importantes de nuestra historia reciente. Sin embargo, a nadie se le ha ocurrido alinear a Gabriel y Galán en dicha corriente: su mundo poético era otro, a caballo entre algunas fuentes clásicas y las fuentes populares de su entorno.

En cuanto al espacio, igual si se trata de la Sierra de Francia, su tierra de origen, como de las Tierras de Granadilla, en las que se encuentra el Guijo y donde acabaría viviendo, nunca fueron un emporio de riqueza. Hablamos de zonas eminentemente rurales, en las que predomina el minifundio: la práctica totalidad de la población vive del campo. Y si es cierto que hay una minoría que vive con holgura, la inmensa mayoría no ha salido de la pura economía de subsistencia, ni faltan otros muchos que están al borde de la miseria. El paradigma de la pobreza en estos territorios norcacereños fueron las Hurdes, tan próximas a los pueblos de esta comarca y cuya situación conocía bien Gabriel y Galán.

De modo que si volvemos al Génesis y al paraíso, en estas tierras sólo se conoció el paraíso posterior a la expulsión, es decir, el pan se comía con el sudor de la frente...cuando lo había. Nuestro poeta perteneció a la minoría que vivía con desahogo, pero conocía bien esa realidad tan general en la sociedad en la que estaba inmerso.

Gabriel y Galán, por cristiano y castellano, utilizó el pan como símbolo del alimento a lo largo de toda su obra. Pero es obligado citar la que es sin duda su obra cumbre, premiada con la flor natural en los Juegos Florales celebrados en Salamanca el 15 de septiembre de 1901, con un jurado presidido por Miguel de Unamuno y que supondría el lanzamiento de G. y Galán al firmamento poético. Me refiero a “El ama”, escrita unos meses antes a raíz del fallecimiento de su madre y que se publicaría luego como pórtico de uno de sus libros más importantes, “Castellanas”. Allí se lee:

¡Oh, cómo se suaviza
el penoso trajín de las faenas
cuando hay amor en casa
y con él mucho pan se amasa en ella...

Y más adelante volverá sobre la misma idea para recordar “la mano bienhechora/ que con las sales de enseñanzas buenas/ amasó tanto pan para los pobres/ que regaban, sudando, nuestra hacienda”. La idea se encuentra repetida en “Regreso”, donde habla de sus hijos que “nutren su cuerpo con el pan sabroso”; o del sudor “que cuesta el pan del día” y “el pan de mis pastores, tan sabroso”. No debe extrañar esta reiteración en el ideario de un poeta nacido en Castilla, donde trigo y riqueza iban de la mano, como apunta en otro de sus poemas, “Ana María”, de la que dice para ponderar su situación que “puede en la Armuña contar/ con cuatro o cinco yugadas/ de tierras de pan llevar”.

Se podrían traer más citas, pero el objeto de este trabajo es otro. Aunque se haya de añadir que, en sentido contrario, el pan también sirve al poeta para hablar del hambre y la miseria. Así, en “Los postres de la merienda” nos hablará de Francisco, quien después de una mañana entera de sudores destripando terrones por un mísero jornal de una peseta “se dispuso a comerse la merienda:/ un pedazo de pan como caliza”, para recalcar unos versos más abajo que no tenía “ni un cacho tajaína pa merienda”. Y Francisco sabe que en cuanto acaben los jornales de la recogida de bellotas y aceitunas, el invierno será peor: “No quea más que el ajo de patatas,/ si hay algo de cundío pa cocelas”. Y le angustia sólo pensar en su mujer y su hijo “¡porque me jieri que el muchacho y ella/ no se puean jartal de pan de trigo/ ni un torresnino pa colalo tengan”.

Más duros y angustiosos son sus versos en “La jurdana”, una composición publicada en el primer número de las revista “Las Hurdes”, órgano de la sociedad “La Esperanza de las Hurdes” que fundara Francisco Jarrín, más tarde obispo de Plasencia. Allí Gabriel y Galán habla de la “morada nauseabunda” de “la jurdana”,

donde roe los mendrugos indigestos,
de dureza despiadada,
cuando torna de la vida vagabunda
con el hijo y los mendrugos a la espalda.
Y ahora viene, y ahora viene de sus sierras
a pedirnos a la gente sin entrañas
el mendrugo que arrojamos a la calle
si a la puerta no lo pide la jurdana

No puedo pasar por alto otra composición, “A.S.M. EL REY”, escrita a petición de Jarrín, a raíz de una visita de Alfonso XIII a Salamanca, y publicada en un número extraordinario de la revista “Las Hurdes”: el propio Jarrín se encargó de entregar en mano al Rey aquel ejemplar de la Revista. Allí el poeta pone al Rey en antecedentes de una dura realidad: “Señor, en tierras hermanas/ de estas tierras castellanas,/ no viven vida de humanos/ nuestros míseros hermanos/ de las montañas hurdanas”. Y en dos versos hace el diagnóstico de sus males: “De hambre del alma se mueren,/ se mueren de hambre de pan”. El poeta sabe que la pobreza espiritual y la pobreza material van de la mano y así, unos versos más adelante insiste en que están hundidos “en un sopor de incultura/ con fiebre de hambre de pan”.

LUEGO, OTRAS COSAS

Pero no sólo de pan vive el hombre ni sólo del pan se ocupó Gabriel y Galán. Es cierto que el poeta salmantino fue un hombre de extraordinaria sobriedad, especialmente con la bebida, según cuentan sus biógrafos. Pero no faltan en su obra, tan en contacto con el pueblo, otras referencias a lo que la gente comía y bebía. Permítaseme que mi primera cita sea de “Sibarita”, compendio de los deseos insatisfechos de tanta gente de su época y de lo que les gustaría:

Si yo juera bien ricu
Jaría n’a mas esu

Y entre lo que le gustaría hacer, menciona

jartalmi de gazpachos
con huevos y poleos,
cascalmi güenos fritis
con bolas y pimientos”,

sin que falten cosas tan importantes como tener un buen caballo, tener un jornalero, “andal bien jateao” y “echal ca instanti medio”.(El “medio”, se refiere a “medio cuartillo”, antigua medida de capacidad equivalente a un cuarto de litro; todavía a mediados del siglo pasado se seguía usando en muchos pueblos del norte de Cáceres, y en las tabernas era corriente “echar un medio”, que se servía en jarras de barro o vasos de cristal de esa medida).

Este gazpacho con huevos y poleos, tan tradicional en el norte de Cáceres y que todavía se sigue haciendo, tiene poco que ver con el gazpacho bien majado en cuenca de madera, habitual en la provincia de Badajoz y Andalucía. Como todo, puede hacerse más rico o más elemental. Este último, el de los pobres, se halla descrito por el propio Gabriel y Galán en una de sus composiciones en prosa, “El Vaquerillo”, una especie de cuento publicado en la Revista de Extremadura en 1901. El vaquerillo, “un zagalón talludo y fuerte” según le describe el poeta, tras un baño refrescante en un mediodía caluroso en el charco de un regato, se dispone a hacer un gazpacho como comida: “En una cuenca de corcho, enteriza, como que había sido caperuza de una verruga de alcornoque, machacó con la punta del mango de una cuchara, que para eso era cilíndrico, un poco de sal, unas hojas de poleo que trascendían a humedades de regato, un trocito de miga de pan, un ajo, y la mitad de una guindilla de pepitas amarillentas y cascarilla granate. Sobre la pasta echó aceite y vinagre de dos cuernos de res, atados con una tira de cuero, agitó con la cuchara la mezcla, fuese al río y volvió con el cazo lleno hasta los bordes de moje de gazpacho, en cuya superficie flotaban los dorados reflejos del aceite, los verdines del poleo, el ligero tinte del vinagrillo y las pepitas de la menuda guindilla. Bebió el muchacho un buen trago, y cuando ya no era fácil que el líquido rebosara, lo fue cubriendo de pedacillos de pan arrancados a pellizcos”.

Para conocer este gazpacho norcacereño, no el de los pobres, sino el del sibarita, “con guevos y poleo” y otras añadiduras vegetales, mejor que ofrecer aquí la receta, será probarlo luego. En cuanto al frite de “bolas y pimientos”, es lo que se dice y no tiene nada que ver con el “frite” de cordero o cabrito, tan popular en Cáceres y de cierta semejanza con la “caldereta” pacense. A este frite cárnico y no vegetal se refiere sin duda Gabriel y Galán en otra divertida narración en prosa, “Las Ferias de Arcaica”, publicada en una “Guía de Cáceres” en mayo de 1904, y que hace referencia sin duda a la feria de San Fernando de la Ciudad de Cáceres, que eso es Arcaica. Los tres protagonistas, mozos del pueblo en la ciudad, “vagaron toda la tarde –escribe el poeta—por los alrededores del circo taurino lleno de “multitud clamorosa”, y a las nueve de la noche, con un frite de misteriosa naturaleza y unos tragos de agrio tintillo en el cuerpo, paseaban por el centro de la plaza principal de la hidalga Arcaica”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario